viernes, 30 de noviembre de 2007

Rallándome

Normalmente todo el mundo tiene altibajos en su estado anímico. La mayoría de los días no dejan de ser rutina y pasan sin pena ni gloria, sin ningún acontecimiento reseñable que te haga sentirte especialmente bien, especialmente mal o te haga recordarlo durante tiempo. También hay otros días en los que por algún motivo, o incluso sin motivo aparente, te sientes motivado o alegre o capaz de comerte el mundo entero sin agua para hacerlo pasar y pedir repetir. Luego hay otros días en los que estás más o menos de bajón, desganado, y en los que no tienes ganas de hacer nada.

Y luego están los días como hoy.

Días en los que no solamente te da el bajón o pierdes todo interés en hacer cualquier cosa, sino que además te sientes tan cansado que parece que apenas puedes arrastras los pies al andar y que encima parece que el universo ha decidido conspirar contra ti para que todo lo que pueda ir mal vaya peor y no tengas la menor posibilidad de encontrar algo que te ayude a pasar lo más rápidamente posible lo que queda del día. Ese ha sido mi día hasta el momento.

La cosa empezó ayer por la tarde-noche, mientras estábamos en uno de los garitos que han pasado a ser los lugares de reunión habitual. Se pasaron casi media tarde dándome el peñazo con como la profesora de griego supuestamente se dedicaba a “mandarme señales” y meterme fichas durante las clases (señales que solo Cris parece capaz de ver). Acabe ralladísimo, por que ni me gusta ser el centro de atención, ni en estos momentos ni el tema ni la situación me caía precisamente bien, y menos cuando está siendo tratado por una chica hiperactiva como Carol que llevaba casi todo el día sin hablar con nadie y con Aiora y Anne más fumadas que un bombero intentando apagar una plantación de maría. Por lo menos Cris no metió mucha baza, que ya es algo.

Puesta la semilla en tierra bien abonada, se encargó de regarla con buena agua la fantabulosa fiesta que había anoche aquí en el TEI. Era una especie de fiesta “tradicional” griega y las compañeras del equipo de Anne, que supuestamente iban a estar allí, le habían recomendado encarecidamente ir, prometiéndole enseñarle a bailar y todo eso. Lo que nos encontramos allí fue básicamente una boda: un montón de pijos (quiero decir PIJOS) vestidos de boda, sentados en mesas cenando y con una orquesta (o como se llame) tradicional griega tocando unos horrendos temas típicos que duraban una media de 15 minutos cada. Digamos que encajábamos allí tan bien como la estrella en el hueco del triangulo en el típico juego infantil de las formas, y en mi caso concreto, ni con un martillo pilón. Resultado: una hora rallándome aún más a fuego lento, hasta que el personal decidió que ya se habían aburrido bastante. Así que hora de irse a la cama y “call it a day”, como dicen los yankis.

Claro, eso los que pueden.

Por que resulta que mi cuarto está justo encima del comedor, donde hacen las fiestas. Más concretamente, está exactamente encima del sitio donde suelen poner los altavoces...

Subí al cuarto y comprobé, como ya esperaba, que el nivel de ruido era el habitual (lo justo para no oírte ni a ti mismo) y la vibración del radiador la típica (que parece que va a soltarse de la pared en cualquier momento). Prácticamente imposible no ya intentar dormir, sino simplemente estar en la habitación. Así que me baje al quiosco de la entrada a ver si podía pillar algo para pasar el rato. Por supuesto, no podía fallar: estaba cerrado. Normal, siendo como las 2:30 de la mañana. Algún día aprenderé cuales están abiertos y cuales no. Cris y Carol estaban aún esperando el taxi, así que tuve un par de minutos de despeje mental hablando con Cris hasta que llegó uno libre.

Tres menos cuarto de la mañana, más solo que la una, en medio de ninguna parte, sin ningún sitio al que ir, sin posibilidad de volverte “a casa a dormir”, y con un rallón encima que debería figurar en el libro Guiness. ¿Qué coño haces en esa situación? Encasquetarme los auriculares e irme a dar una vuelta.

Y mira que dar tranquilamente paseos de noche escuchando música con el reproductor es algo que me encanta y me relaja. Y aunque el día había sido muy frío, estaba una noche estupenda. Pero esta vez no, claro. No podía tener tanta suerte. Sería que la selección musical no fue afortunada o algo así, pero el caso es que me pasé una hora paseando como alma en pena, dándole vueltas mentales a todos y cada uno de los temas en los que no quería pensar en ese momento. Volví a la residencia superando el anterior record Guiness de ralladura mental. Por supuesto, la fiesta seguía, solo que ahora al ruido de la música se había sumado el de los borrachos que estaban bailando a la puerta.

Estando como estaba de vuelta de todo ya, me subí a la habitación. Al dejar el móvil sobre la mesa me di cuenta de que la pantalla externa había muerto. Si, la del móvil que compré en septiembre para sustituir el que se me murió camino de Munich. Intenté ponerme a hacer algo con el ordenador, a pesar de los botecitos que daba la silla cada vez que le daban al bombo. Por cierto, ¿había dicho ya que llevo casi dos semanas sin conexión de red en el cuarto? Pues eso... Así que nada de conectarme a internet para distraerme chateando un rato, leyendo mi blogroll o las noticias. Intenté seguir probando cosas con el Photoshop. Intenté jugar un rato al EUIII y a la DS. Intenté hasta el solitario y el buscaminas. Todo me rallaba a los cinco minutos. Acabe apagando el ordenador y saliendo a pasear al pasillo, momento en el que al ruido de la fiesta y al de los borrachos se unió el de una pareja que discutía a grito pelado en algún punto indeterminado de la residencia.

Más o menos sobre las cinco menos cuarto emulé al difunto Fernán Gómez y con un “¡a la mierda!”, me puse el pijama y me metí en la cama, dispuesto a dar vueltas entre las sabanas durante tiempo indeterminado. Y entonces, apenas cinco minutos después, oh milagro, la música cesó. Pero claro, a esas alturas ya la verdad es que no suponía mucha diferencia, por que con la ralladura mental que llevaba, “dormir” era un puente muy lejano...

Pero bueno, al final el sueño y el cansancio siempre le acaban venciendo a uno, así que después de un buen rato que no controlé por que me aterraba mirar el reloj, me dormí y sufrí más que disfruté un sueño intranquilo... hasta las siete de la mañana, momento en que se pusieron a arrastrar las mesas por el comedor para volverlas a poner en su sitio antes de abrir para el desayuno.

Si llego a tener un arma en esos momentos, ahora mismo estaría saliendo en las noticias de medio mundo relacionado con un sangriento tiroteo en la universidad de una pequeña ciudad del norte de Grecia.

A trancas y barrancas, durmiendo cinco de cada quince minutos conseguí aguantar en la cama hasta las once de la mañana. Me levanté más cansado que si hubiese corrido una docena de maratones seguidos, me vestí como pude y me arrastré hasta la cafetería, a ver si me podía hacer con una dosis de ese infecto brebaje espumoso de color marrón que te venden como café. Y allí me encuentro con una cola interminable de gente, todos con lustrosos trajes y portando ramos de flores. Claro, con el sueño y el cansancio que llevaba, encontrándome tan inusual escena ya pensaba que alucinaba y todo. Luego me enteré que hoy eran las ceremonias de graduación, de ahí tanto trajeado y tanto ramo de flores. El caso es que después de comprobar que con semejante cola iba a ser imposible conseguir una dosis de cafeína en un tiempo razonable, decidí volverme a la habitación a la espera de una ocasión mejor un poco más adelante.

Mi estado mental era bastante lamentable, no me apetecía hacer absolutamente nada y por supuesto a esas alturas ya había decidido que hoy no era precisamente el mejor de los días para intentar trabajar. Así que mandé un mensaje al resto del personal, a ver si tenían algún plan para hoy, quedar y por lo menos distraerme algo. Aun estoy esperando contestación. Se ve que hoy también era el día en que la gente está ausente.

Después de intentar infructuosamente matar un poco el tiempo, por fin conseguí una dosis de café sobre las doce. Me apalanqué a la puerta de la cafetería, rallándome un poco más mientras contemplaba al ganado ir y venir del auditorio y preguntándome qué altura pueden llegar a alcanzar unos tacones sin que la estabilidad se resienta hasta alcanzar niveles realmente peligrosos.

Y básicamente así ha transcurrido el resto del día. Rallándome en la habitación intentando hacer algo para distraerme y paseando por el campus tomando cafés.

La guinda del pastel me la pusieron a la tarde. Tras conseguir alcanzar sin suicidarme las seis de la tarde, hora en la que se abren los comercios aquí, me dispuse a bajar a la ciudad a husmear en una librería medio decente que había descubierto ayer. Alcanzo el autobús por los pelos tras una carrera, solo para descubrir que no me queda ningún billete. Bueno, habrá que coger el siguiente. Voy al quiosco y le pido cuatro billetes de estudiante para el autobús. La tendera, que por algún motivo que no alcanzo a comprender sigue hablándome en alemán, va y me dice que no le quedan. ¿Zwei? (esa si me la se). Nein, dice, haciendo gesto de que no le queda nada. Genial. Bueno, de los normales entonces. Tampoco. Por la expresión que puso, no me cabe duda que se me debió notar en la cara.

El siguiente quiosco está casi a un kilómetro y pasaba mil de pagar un taxi para bajar. Así que me volví a la habitación y, en un intento desesperado de entretenerme como sea, metí el portátil en la bolsa y me fui al laboratorio... para llegar allí y acordarme de que, casualmente, el jueves por la tarde es el único momento en toda la puta semana en el que el laboratorio está ocupado con unas clases.

Creo que ahí fue donde ya alcancé el cenit de la ralladura mental. Me vine a la habitación, encendí el portátil y me puse a escribir esto. Y bueno, por lo menos la última hora he estado más o menos entretenido.

Ahora me queda hora y media para la cena, cuatro horas y media más de día, unas cinco horas hasta la hora a la que me suelo ir al sobre. Quiero pensar que la cosa ya solo puede mejorar, pero tal y como llevo las últimas veinticuatro horas lo cierto es que no me hago muchas ilusiones.

Mañana subiré esto desde el laboratorio. Si podéis leerlo, felicitadme: habré llegado al día siguiente sin tirarme por el hueco de las escaleras desde el tercer piso.

En fin. Me jode por que hasta ahora me lo estaba pasando bastante bien aquí. Espero que no sea este el día que recuerde.

Añadido después de cenar: Al salir del comedor he intentado hablar con alguien por teléfono para contarle mis penas. Por supuesto, el puto móvil no ha podido conseguir línea, faltaría más. Espero que no se haya jodido algo más que la pantalla.

Añadido esta mañana: Por lo menos esta noche he dormido medianamente bien y tengo la mente mucho mas despejada. Vuelta a la rutina. Eso si, como seria mucho que las cosas empezaran a ir bien otra vez tan rápido, parece que mi compañero de habitación me ha contagiado su catarro...

viernes, 23 de noviembre de 2007

Tatakae, Nerd King!

NerdTests.com says I'm a Nerd King.  What are you?  Click here!

Bueno, nada que no supiera ya: soy un puto friki... XD

Via "La singularidad desnuda".

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Now playing: Red Hot Chili Peppers - Scar Tissue
via FoxyTunes

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Videojuegos peligrosos

















Llevo media hora descojonandome con esta viñeta... XDDDD

Via xkcd.com, un webcomic extremadamente geek en ocasiones.


PD: Acabo de descubrir una funcion nueva del FoxyTunes:
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Now playing: Bonnie Tyler - Total Eclipse Of The Heart
via FoxyTunes